Su cabello se veía tan ordenado como un cableado clandestino. Se sentó primero a dos asientos de distancia. En el primer semáforo cambió hacia un asiento detrás del mío. Diez minutos después, cuando el micro viró hacia la avenida Cuba se sentó a mi lado y dijo mi nombre. Le respondí. En el acto su cabeza hizo cortocircuito.