porque el tiempo es breve, pero me ama

jueves, 28 de junio de 2012

primer intento de introducción a un futuro libro

Alguna vez pensé que mis juguetes podrían salvarme. No solo lo pensé, además lo creí con la firmeza de una de esas rocas que solo te dejan entrar a la cueva si pronuncias las palabras indicadas. Recuerdo con especial cariño tres de ellos: un carrito chocón, un cocodrilo en patineta y un chivo de jebe. Este último fue el único de los mencionados que  sobrevivió a mi cariño y por ello fue también juguete de mi hijo.

El carrito, el cocodrilo y el chivo eran de materiales poco abrazables, pero la calidad de nuestras conversaciones compensaba bastante el asunto. Sin embargo, una niña siempre necesita abrazar cuando tiene miedo, cuando anda triste o enferma, y así su cerebro fuera un poco de algodón deshilachado, el oso de peluche siempre fue lo mejor en esos casos. 

Ahora soy una chica que aprecia tanto las buenas conversaciones como los abrazos largos. He conocido muy pocas personas que sepan combinar inteligentemente ambas demandas. No acepto enamorarme de alguien que sea solo un cocodrilo o solo un oso. Es cierto que te dejaré entrar si pronuncias las palabras indicadas, pero si una vez dentro no entiendes que también quiero que tus brazos se expandan y me rodeen en un abrazo kilométrico, entonces estaremos en serios problemas. Además, es justo que lo sepas, de vez en cuando querré que nuestros cuerpos conversen y que nuestras palabras se abracen.

Sigo teniendo juguetes en mi habitación. A veces les hablo, pero rara vez me responden. Supongo que andan molestos porque he crecido y porque ahora los abrazos se reservan el derecho de admisión.