porque el tiempo es breve, pero me ama

viernes, 13 de marzo de 2015

La reunión de los objetos perdidos de Beat Keller



"Cada cosa que tiramos forma parte de nuestro pasado. Una pequeña lata donde un día durmieron unas sazonadas sardinas pudo formar parte, por un corto espacio de tiempo, de nuestras vidas. Una manilla que un día decidimos cambiar pudo tener, por otro lado, veinte años de intenso manoseo. Una vez abandonados, y aparentemente inútiles, los objetos comienzan a vivir por si mismos. Cambian de color, se oxidan, se deforman. Algunos finalmente se disuelven, desaparecen para siempre. Yo rescato muchos de estos objetos y los doto de una nueva "utilidad". Después de todo, cada cosa que tiramos forma parte de nuestro futuro."
Beat Keller







Descubro con gran emoción el trabajo de Beat Keller en Boek Visual. La emoción es originada por dos sucesos:el uso de objetos abandonados para la creación de una suerte de collages en tres dimensiones, algo que ciertamente no es nuevo -de hecho 'la cultura del reciclaje' aplicado al arte contemporáneo como un mérito ligado a lo ecológico se ha vuelto una tendencia, cuya práctica en muchas ocasiones genera obras totalmente vacías y efectistas- pero que en el caso de la obra de Keller supera la técnica y dota a los objetos de nuevo significado y además genera una narrativa armoniosa. Es notorio el interés por lo estético en la obra de Keller, la preocupación por componer y no dejar que la pieza sea víctima de lo fortuito, algo que requiere de paciencia, de tino, así como de respeto por aquello que los objetos quieren contar. He ahí el segundo suceso: el artista es consciente del peso emocional de los objetos que emplea para sus obras, no son simple materia prima, todos vienen con una historia individual, un pasado tácito, fueron abandonados, reemplazados o extraviados, nadie podría determinarlo. Keller utiliza dicha carga para elaborar sus conceptos y re-animar de forma simbólica la naturaleza muerta, una reivindicación de todo lo 'desechable', que es casi aquella promesa de la existencia de un paraíso post mortem para nuestras almas.

Copio el artículo compartido en BV a continuación.

Dedicado de lleno a la recuperación del objeto encontrado y el reciclaje del fragmento objetual que el tiempo y la gente han rechazado, la obra de Beat Keller (Moutier Suiza, 1953) nace de un conjunto de asociaciones, integraciones y apropiaciones de elementos eclécticos y dispares que Beat reúne en un todo, hasta constituir una iconografía insólita y poética. Sus singulares montajes, realizados a partir de la elección y el acoplamiento de objetos rechazados y desestimados - hojas, cepillos, pinceles, artilugios, herramientas, grabados antiguos, maderas, conchas, plumas ...- que rescata del pasado, una vez abandonados por ser inútiles, nos trasladan a un universo de recuerdos, de experiencias vividas y de sentimientos infantiles, cargados de una fuerte nostalgia. Tratados como si fueran relicarios íntimos, los objetos y los elementos despreciados por la sociedad de consumo, nos evocan, después de pasar por su sutil reordenación personal, las sensaciones más tiernas y refinadas. Rellenos de vivencias pasadas y de anónimas historias, los ensamblajes de Beat Keller procedentes de una amplia variedad de materiales y siempre empapados de un querido decadentismo, son capaces de ofrecer nuevas significaciones y nuevas utilidades de representación estética. De esta manera el artista se convierte en un coleccionista de historias pasadas, en celador de experiencias y de situaciones vividas. Es, pues, en el recuerdo acumulado, oculto en la presencia de los objetos, que Keller incide directamente, convirtiéndose en un íntimo dialogador entre el pasado y el presente, entre el residuo y la nueva identidad otorgada. Así, la vulgaridad, la fealdad, la deformidad, la suciedad ... quedan alteradas y dislocadas, ofreciendo una nueva expresión creativa y una connotación significativa bien diferente a la original. 
Traducción de un artículo de Conxita Oliver en el periódico Avui sobre una exposición de Beat Keller en la galería René Metras en 1998)