porque el tiempo es breve, pero me ama

jueves, 9 de octubre de 2014

siempre existe alguna forma de volver. lo jodido del asunto es todo aquello que no corresponde más con la postal imaginaria que fabricaste en tu memoria. sabes a lo que me refiero. algo enrareció el aire. alguien vino y pintó pequeños perros blancos sobre las panzas de los botes de basura. el parque que quedaba en esa esquina ahora es un banco. en algún momento un sujeto pensó que cambiar las paredes de cemento por enormes planchas de vidrio sería una idea magnífica. entonces, los gimnasios y los restaurantes familiares; los institutos de computación y de enfermería; las tiendas de mascotas y las sex shops se transformaron en monstruosas vitrinas que exhibían indistintamente a personas comiendo pollo horneado con las manos o a individuos corriendo sin avanzar hacia alguna parte sobre grises caminadoras eléctricas. todo lo secreto viró hacia lo público de una manera tan violenta que cuando nacieron los 356 niños que esa noche reportó la institución encargada del control natal de la ciudad, resultó perfectamente regular que las madres -aún en parte ensangrentadas- compartieran fotografías de sus sudores y cansancios con noventa mil perfectos desconocidos.

si pensamos en todo aquello que no ha cambiado, apenas tendremos para copar el volumen que cabe en un saquito filtrante de té. pero nuestros instintos son torpes y necios y nos arrastran hacia la búsqueda de la repetición infinita. entonces, somos como la paloma que confunde la transparencia del cristal con el cielo mismo y ¡plaf! en breve yacemos desplumados sobre el pavimento.

esto que explico sucede en todos los ámbitos de nuestras vidas. seas un carpintero o el dueño de una aerolínea internacional, hubo algún día en que pasaste el día entero sin lavarte los dientes, has contemplado más de una vez cómo tu cuerpo expulsaba sorprendentes formas y longitudes de excremento. te has enamorado. has dicho que ni una lágrima más. has cambiado la pena por la inconsciencia del alcohol. te has forzado al olvido. te has forzado al recuerdo. te has forzado al optimismo. te has forzado a la nostalgia. y sigues sin saber por qué tu cuerpo te arrastra a protagonizar episodios que desde cierto ángulo te parecen repetidos, porque, si lo piensas muy bien, te darás cuenta que pueden haber cambiado las escuelas, los restaurantes, las tiendas, los empleos, las personas, el contexto y el paisaje e inclusive tú, pero sabes que nada de esto es suficiente para estar fuera del círculo en el que caminas de forma infinita.