porque el tiempo es breve, pero me ama

viernes, 28 de febrero de 2014

así como todo vehículo abandonado después del viaje, estoy posada al borde de la cuesta y pienso: si me dejo rodar ¿cómo sonarán los huesos de mi cuerpo al quebrarse? qué magnífico será el oído que logre captar esas ondas, aquellas vibraciones del sonido o del silencio siendo devorado por la muerte. quizá sea un animal el primero en saber de mi caída, pero no significará nada. será lo mismo si pasa una bolsa cortando el aire, el clásico romper de las olas, los distintos motores tosiendo a toda velocidad, un par de grillos copulando y ahí, mis huesos, quebrándose, siendo parte de la atmósfera sonora de la noche. así como todo vehículo abandonado después del viaje, contraigo las piernas y aprieto el vientre y si lloro lo hago con una enorme gracia, porque soy experta en llanto, siempre empujada hacia la soledad a la que tanto abomino. sin miedo. sin asco. resignada a haber perdido mis luces y mis caballos de fuerza y mi chimenea y cualquier brasa es conmovedora ante este frío.
ahora que quiero dormir y soñar con mis otrora pasajeros, es mi memoria un pozo de fango, arenas movedizas que se tragaron todo lo bueno que pudiera yo pensar. nada es peor que esta nada. nada es peor que la esperanza de ser carcomida por el óxido antes que terminar en un cementerio de chatarra.