porque el tiempo es breve, pero me ama

domingo, 3 de noviembre de 2013

"La literatura le da sentido a tu vida"

foto y entrevista: Karina Valcárcel 

  NI ESCRITOR FANTASMA,
NI FANTASMA QUE ESCRIBE


Carlos Calderón Fajardo preparaba su última cena y esperaba el fin del mundo con gesto apacible en su casa de playa. Le parecía romántico que el Apocalipsis se lo llevara en el gran abrazo de una ola en Punta Negra. Pero pasó el 2012 y acá estamos, entonces, no nos queda más que escribir. O convertirnos en almas que penan.

Acaba de publicar “El fantasma nostálgico” novela que quedó finalista del premio Tusquets en el año 2006. En su juventud, anduvo por las calles de París, departiendo entre vino y papeles con nuestro querido Julio Ramón Ribeyro. Calderón Fajardo es uno de nuestros escritores más prolíficos y versátiles, en los últimos años su obra ha sido difundida con fuerza.

Hasta hace algunos años te considerabas un autor leído solo por cierto grupo ¿Sigues sintiéndote de ese modo?
Lo fui hasta el 2006, año en el que pasaron dos cosas: publiqué mi novela “La segunda visita de William Burroughs” y luego quedé como finalista del premio Tusquets. Hasta ese momento yo era un escritor oculto, caleta como se dice (risas) publicaba un libro cada cinco o seis años, trabajaba en la universidad y hacía un tipo de vida de perfil muy bajo. A partir de ese momento mi vida cambia, no sé por qué, y empiezo a publicar uno o dos libros por año y eso no ha parado desde esa época. Es decir, los últimos 7 años. Creo que dejé de ser un escritor oculto, para ser un escritor dicen que de culto, es decir, me borraron la “o” (risas).
Esto viene a coincidir con el advenimiento de la época del internet, el mundo de los blogs, el Facebook y todas esas cosas. Ahora no creo que pueda decir que soy un escritor oculto, soy más bien un escritor que tiene muchísima figuración, presento libros, participo de congresos y siempre estoy conectado con lo que sucede. Soy un tipo de escritor diferente al que fui durante muchos años.

¿Cómo tomas ese cambio?
Una cosa que tiene de bueno el ser viejo, es que ya no le das tanta importancia a ciertas cosas, la rivalidad o la competencia. Suponiendo que por algún milagro, de esos que suelen pasar, como le pasó a Ribeyro, hubiera tenido una fama internacional, no creo que ahora me emocione mucho, claro que si mañana deciden darme el Premio Nobel no me molesto (risas).
Siento que soy un escritor para lectores jóvenes, eso me entusiasma mucho, que sintonicen con lo que escribo me hace sentir fresco, vigente para esta sensibilidad nueva. Porque eso significa que probablemente algo de mí se mantiene joven aún.

Claro, eso no es algo que planeas
El acto de la literatura es un tanto irracional, en realidad los libros nos escriben, los personajes hacen lo que les da la gana. Uno empieza a escribir una novela con un plan. En un determinado momento los personajes, la misma novela, toman el control de la historia y se la llevan, y a ti solo te queda obedecer. Algunos dicen que antes de escribir uno debe tener y seguir un plan, yo no lo hago.

Hace un momento mencionaste a Ribeyro, en sus diarios él también te nombra, con mucho cariño además, fue uno de tus primeros lectores cuando comenzaste tu carrera literaria ¿Cómo fue tu relación con él?
Lo conocí cuando tuve 17 años y vivía en París, a Arguedas también lo conocí en esa época, pero mi amistad con Ribeyro fue mayor. Fuimos cercanos hasta que falleció en Lima. Tuvo mucha importancia en mi vida como escritor, él dice en uno de sus diarios: Yo de repente a Carlos no le he enseñado muchas cosas literarias, pero sí, muchas cosas humanas; y es cierto, eso me ha emocionado siempre.
Era no solo un gran escritor sino un excepcional ser humano. Lo tomé como modelo.

Además de Ribeyro, cuál otro modelo mencionarías
Más que modelos, he tenido grandes amigos, sobretodo poetas más que narradores, los poetas de la generación del 60 y 70, Toño Cisneros, Armando Rojas, Rodolfo Hinostroza. En Lima, la gente del grupo Narración, aunque no formé parte, hasta ahora soy amigo de todos ellos.

Algo que diferencia a la poesía de la narrativa en el aspecto social, al menos acá, es que los narradores no tienen esa tendencia a la colectividad, como es el caso de los poetas
Será porque nosotros hacemos una vida más privada, por el sistema de trabajo.  Yo siento que la poesía es pensada para ser leída en público, entonces ustedes los poetas se organizan en recitales, en eventos, congresos, festivales. El narrador generalmente no puede leer en público, por el tema de la extensión de sus textos. Eso hace que lo nuestro sea más bien el trabajo individual. Pero creo que sí escribimos dentro de la colectividad, estamos muy pendientes del trabajo del otro, nos conocemos, conversamos, intercambiamos, salvo excepciones de aquellos lobos esteparios, no sé, de repente Prochazka, por citar un ejemplo.
Generalmente tratamos de ser escritores de nuestro tiempo.

Eres uno de los escritores que ha sido muy publicado por las editoriales independientes peruanas ¿Has tenido alguna mala experiencia con ellos?
No, he tenido bastante suerte. Bueno, con Casatomada he publicado un solo libro. Con Altazor he publicado seis y con Borrador-Animal de Invierno, van dos. Me gusta mucho las editoriales independientes, en primer lugar porque generalmente están formadas por jóvenes escritores, con los cuales existe una relación más directa entre escritor y editor, que no creo que haya en las grandes empresas editoriales. Segundo, que pienso que no están tan abocados a lo comercial como sí a lo artístico, le ponen énfasis a lo literario y lo que más me importa es sobre todo el público al que llegan estas editoriales. Generalmente llegan al tipo de lector que a mí me gusta, estudiantes universitarios, jóvenes, escolares, eso me agrada. Mi experiencia en general ha sido bastante buena, no tengo porqué quejarme.


"Lo que me preocupa es tener fuerza todavía para hacer los proyectos que quiero hacer. Tengo la suerte de ser un viejito al que no se le ha apagado la mecha, tengo mucho por decir."

¿Todos los días escribes?
Sí, me levanto a las seis de la mañana y escribo hasta el mediodía. Luego almuerzo y por la tarde descanso, o atiendo a entrevistas (risas). Toda mi vida he escrito todos los días. Desde que me jubilé me dedico exclusivamente a esto.

Como creador ¿Te quedas con el cuento o con la novela?
Las dos cosas. La que no me interesa mucho es la novela de largo aliento, esas novelas de 800 o mil páginas que escribe Murakami por ejemplo, no me interesa ni creo que lo vaya a hacer. Soy de la idea de que una novela no debería tener más de 400 páginas, más es abusar del lector, un exceso. Me gustan las novelas cortas, esas que justamente están entre el cuento y la novela, tiene que ser redondita.

LA PRESENCIA DE LA AUSENCIA

Quedas finalista del premio Tusquets en el 2006 con “El fantasma nostálgico” ¿Cómo así recién te animas a publicarla este año?
Francamente, como había salido finalista de ese premio, entre aproximadamente 500 novelas a nivel latinoamericano, que había pelado la final (según me contaron) con el ganador, yo pensé que iba a recibir una propuesta del mismo Tusquets en primer lugar, Almudena Grandes al parecer pidió eso; y después quizá de alguna editorial española. Nunca llegó. Fue una experiencia muy extraña, me sentí decepcionado y no entendía qué cosa pasaba, porque si esta novela había resultado finalista de un premio tan importante, con un jurado de primera, ¿por qué no recibo la propuesta de nadie? Hasta que un día, Animal de invierno me hace la propuesta, me dicen: estamos formando este nuevo sello y queremos seleccionar muy bien nuestro catálogo y quisiéramos que tú seas de los primeros. Dije: entonces que salga, mejor tarde que nunca.
Seguir después de una experiencia de este tipo requiere de muchísima vocación.

¿Quién es Valentín López? ¿Cuál dirías que es el tema eje de El Fantasma Nostálgico?
Es el personaje central de El Fantasma  Nostálgico. La novela trata sobre la búsqueda del padre. Un obrero relativamente joven ha perdido a su padre en la época de la violencia política. Para buscarlo, hace un viaje imaginario, todo regreso al pasado es de alguna manera un viaje. Al mismo tiempo, resulta que es imposible regresar al pasado, porque en realidad buscas en el presente. Se convierte en un juego de tiempos. Valentín descubre que su padre está muerto pero no está muerto. Todos los muertos están presentes. Y son nostálgicos.
Todos tenemos que vivir con esos fantasmas, porque de lo que pasó nadie se libró. La novela es eso, una novela sobre la violencia política, de post guerra, de luto, de lo que sienten las personas dentro de sí mismos como rezagos.

Así es, todos quieren hacer su novela de la guerra interna, de la violencia política, del terrorismo, incluso los de generaciones que no vivieron esa época
Sí, pero, cuando piensas en las obras de Homero, está  La Iliada que es la novela de la guerra y yo creo que todos han estado escribiendo La Iliada, desde Vargas Llosa hasta Colchado. La Odisea, que es lo que sucede después de la guerra, el regreso; esto sería una especie de Odisea entonces. ¿Qué está pasando con nuestro espíritu? Luego el lector podrá hacer su propia lectura, pero el sentimiento es ese.

¿Cómo se te ocurren las historias? ¿De qué nutres tus textos?
De muchas cosas. Primero de ese almacén inagotable que es tu infancia, tu propia vida, eso es algo que hacemos todos los escritores. Luego de otras cosas que he vivido, experiencias importantes para mí, pero que maduran durante largo tiempo. Esta novela, por ejemplo, ha madurado en mí veinte años.
Usualmente escribo micro relatos sin saber qué va a pasar, a veces se terminan convirtiendo en cuentos, a veces en novelas cortas, generalmente las novelas son universos que te habitan. También hay cosas imaginarias, por ejemplo la trilogía que escribí sobre Sara Ellen, yo era un lector de novelas góticas y de pronto me entero que había una vampira en Perú; era algo que no podía dejar de lado. Para mí era fantástico y yo soy muy sensible a lo fantástico, tanto de lo que sucede en la vida real, como en la literatura. Entonces he transitado por muchos estilos, desde lo social, hasta lo real maravilloso y la fantasía.

¿Qué crees que te falta escribir?
Hay una que estoy escribiendo, no sé en qué terminará, es una novela de espías. Resulta que nosotros hemos tenido espías de la KGB en el Perú, un ruso que vivía acá y estuvo casado 35 años con una peruana, estaba siendo preparado para ser implantado en los Esados Unidos. Tengo un capítulo terminado. Siempre me gusta enfrentar nuevos retos, no me gusta repetirme. Cada tipo de novela tiene un juego narrativo que me gusta probar, aplicar los códigos propios de cada especie según la ocasión.

Finalmente, ¿Qué crees convierte a un escritor en escritor?
La vocación. En última instancia te das cuenta que es lo que te hace feliz, la literatura le da sentido a tu vida. Yo pienso que los escritores nacen con un destino. Entonces tienen que asumir ese destino, les guste o no. A veces se sufre más de la cuenta, bebemos, nos emborrachamos, tenemos amores locos, todo  para acallar el monstruo, pero nada lo acalla tanto como escribir.

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Publicado anteriormente en la edición n.° 33 de la revista VelaVerde