porque el tiempo es breve, pero me ama

sábado, 20 de julio de 2013

SER COMO UN VENCEJO EN LA CIUDAD DE LIMA



Los vencejos pasan la mayor parte de su vida en el aire; comen, duermen y copulan volando.

En las presentaciones formales de libros se diría cosas como:

El pez que aprendió a caminar de Claudia Ulloa Donoso es un libro que se edita por segunda vez en nuestro país, cosa rara para una editorial independiente y para un autor nacional joven. Eso debería darnos una señal de la calidad de lo escrito por Claudia. El otro día busqué en varias librerías de Lima la primera edición de El Pez, sin éxito alguno. Eso también debería ser un buen indicador. Contaré además que hace poco ingresé a una librería del centro de Lima con la autora y los chicos que atendían la reconocieron, uno de ellos corrió a sacar de uno de los estantes ese libro rosado escrito por LA MADRUGADA y luego empezó a hablarle como si la conociera desde siempre. Incluso le preguntó sobre su vida en Noruega.
Claudia, que debe ser la chica más parecida a un gato que he conocido, se corrió del lugar un poquito antes de que le jalen la cola o le rasquen la barriga.

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En las presentaciones formales de libros también tendría que mencionarse, por ejemplo, los nuevos agregados. En este caso una carta del editor a la escritora, una carta de la escritora al editor y “Pajaritos” que además tiene a manera de prefacio una carta de la escritora al lector. Pero no se maree, mejor compre el libro de una vez y deje de escucharme. Pajaritos es un relato nuevo, donde la protagonista asiste a una entrevista de trabajo llevando en el bolsillo del saco el cuerpo de un ave moribunda. Dicho así, tan mal escrito como en la sinopsis de una película pirata, pienso que lo mejor será no hablar de la trama de ninguno de los cuentos que componen este libro.

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Para concluir con los aspectos formales de esta presentación, mencionaré las coincidencias cósmicas de los títulos del índice: Salvavidas – Piscina – Ahogado son los nombres de tres historias diferentes. Llámenme pelotuda, pero creo que leyendo los textos en mención se puede tener una idea del por qué Claudia le ha puesto como título a este libro “El pez que aprendió a caminar”. Mi mamá, que es una señora muy dulce, diría que suena optimista. Yo en cambio, diré que el pez aprendió a caminar no solo por curiosidad, por necesidad, por aventura, sino por saberse capaz de sobrevivir o no en un hábitat distinto. Más o menos eso es lo que se me ocurre. Entonces imagino a Claudia yéndose de Perú con algo de miedo, volver a Perú con algo de miedo también, pero no con resignación ni desgano, sino con la convicción de saber que puede usar sus piernas o su cola, sus pulmones o sus branquias cuando a ella se le antoje. Parafraseando:

“y ya no le teme al vacío, ni a la soledad o a la locura, siempre le quedan las palabras: camina o se acuesta sobre ellas y las abraza y la abrazan”.

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Querida Claudia, madrugada, carambana, gatito, pajarito acurrucado;

Te saludo así porque así me enseñó papá Cortázar. Te veo huir de la librería a la que acabamos de ingresar juntas, un poco contrariada por la familiaridad con la que el vendedor de libros te ha abordado. No te culpo, pero tampoco lo culpo a él. ¿Sabes qué pasa? Seguro te ha leído. Cuando alguien te lee cree que te conoce, eso es algo que tú debes saber muy bien. No todos tienen clara la idea del ejercicio de la ficción. Tú dices que para lograrlo tienes que descuartizarte y encontrar la ficción ahí, como un nuevo órgano cuya existencia ignorabas.

El otro día escuchaba en un programa de radio que una mujer decía que todos nuestros actos son psicoanalisables, que es la merita verdad eso de que “todo sucede por algo”, es decir, propiciamos todo aquello que sucede en nuestras vidas según la señora aquella.  A mí siempre me ha llegado un poco al pincho que las personas quieran concluir cosas sobre mi forma de ser basándose en lo que escribo o dibujo. Escribir no debería convertirse nunca en algo a ser usado como prueba para una futura sentencia. Me imagino una escena donde acusan de asesino a un escritor por narrar detalladamente cómo uno de sus personajes tortura y mata a alguien en un cuento. No dejes nunca que nadie te psicoanalice, no todo pasa por algo, pero todo pasa.

Cuando comencé a leerte, vía blogs, tenía como 20 años de edad. Me habré demorado dos semanas en quererte. ¿Ves? Esas cosas suceden, nos encariñamos con los escritores por lo escrito, pensando que sus vidas son tal cual sus narraciones y que sus cuentos son las páginas de un diario personal. A veces es así ¿no? A mí me da nosequé cuando alguien piensa que por escribir poesía no puedo decir “en la vida real” palabras como carajo o mierda o que no puedo bailar contigo “Elsa” de Los Destellos en el sótano de una chingana en Emancipación.

Te dije que haría una lista para presentar tu libro. La he titulado: Ideas para presentar el libro de Claudia:

1. Ir al mercado central y adquirir disfraces de peces, porque hace mucho frío para creerse sirena y andar con el ombligo al aire. Vestir esta noche los disfraces adquiridos.
2. Llevar un balde con agua y tenerlo preparado para el momento en el que seas atacada por la garrotera.
3. Traer un paiche fresco e inhalarlo antes de subir al estrado para comprobar sus efectos psicotrópicos.
4. Hablar de mis peces favoritos, como mascotas: el goldfish y el pez basurero; y en jaleo o ceviche: el toyo, la trucha y la corvina.
5. Cantar un poquito de la canción “El salmón” de Andrés Calamaro que dice “Siempre seguí la misma dirección, la difícil, la que usa el salmón” o mejor aún “Dame dame dame un poco de tu amor”.
6. Hablar del poema de Watanabe que citas en tu carta: soy lo gris contra lo gris/ mi vida depende de copiar incansablemente el color de la arena. 
7. Finalizar con el número siete esta lista, porque te gusta ese número y también porque a la palabra siete, si le agregas una N, se convierte en “Siente”. (Madrugada dixit)

Te agradezco que me pidieras presentar este libro, lo he leído nuevamente y me ha devuelto las ganas de escribir. No pensemos en cómo deberían ser las cosas, seamos parte de lo que suceda sin dejar que lo incierto nos devore. Disculparás que no pueda decir nada ni muy correcto, ni muy técnico, pero ya sabes como soy. Me río y pierdo la ilación de mis propias anécdotas. Solo quería decirte que siendo muy objetiva, te leo y te quiero mucho.

Kara.