porque el tiempo es breve, pero me ama

lunes, 15 de julio de 2013



¿De dónde nace mi empatía por los caracoles? Mi solidaridad hacia ellos. Quizá tuvo que ver el hecho de que mi madre los catalogara como "plagas". Ayer por la tarde me percaté que había uno en la parte superior del vidrio de una de las mamparas que da al jardín. Me pareció curioso lugar para echarse una siesta. ¿Cómo llegó el caracol hasta ahí? ¿Por qué nadie lo vio tomar ese rumbo? Ascender lenta y babosamente por el cristal hasta posarse cerca de la barra de aluminio. Y, por qué ha decidido permanecer en ese lugar, cuáles son las razones del caracol, tendrá frío, se estará suicidando, estará en una fase de meditación y ayuno, de autoexilio, ¿querrá estar solo? Pero querer estar solo en lugar tan evidente es casi gritar: "Por favor, no me dejen solo". ¿No le resta eso acaso veracidad a su supuesta búsqueda de soledad?

Esta mañana desperté y mientras mascaba mi pan con aceituna me asomé a la mampara, el caracol todavía estaba ahí, así como el dinosaurio. Lo he estado observando un buen rato, mi madre me mira sospechosamente, trepada en una silla de madera, conversarle al molusco. No sé si retirarlo de la luna y depositarlo en el jardín, es decir, quizá crea yo que estoy salvando su vida, haciéndole un favor, pero si se ha tomado la molestia de trajinar tanto y escalar hasta ese lugar tan extraño, tan público...quizá no sea lo adecuado.

Lo miro. Parece estar echando raíces. Parece no incomodarle el polvo que se empieza a acumular en sus ranuras circulares. Parece no darse cuenta que lo estoy mirando. Pero solo parece.