
Cuando conocí a Kara hace como tres años yo tenía un blog que acababa de abrir y en el que había colgado unas caricaturas de unas hormigas, y ella me dejó un comentario que decía exactamente esto: “Las últimas hormigas que vi, estaban dando servicio fúnebre a una cucaracha voladora en el jardín de mi casa”. Esa frase, fue la primera noción que yo tuve de la existencia de Kara, y ahora que lo pienso me parece tan paja que haya dicho eso porque esa frase tan chistosa, en verdad encarna la forma en que Kara hace de las cosas cotidianas, algo a lo que prestarle atención. Yo recuerdo que leí eso del servicio fúnebre de la cucaracha y me imaginaba pues a las hormigas atravesando el pasto, cantando sus adagios y cortejos mientras llevaban la cucaracha a su agujero y era tan divertido tener esa sensación de que así como aquello, todas las cosas por más pequeñas que fueran estaban llenas y que sólo bastaba rasparlas como billetes de lotería.

Después del traumático choque que todos tuvimos todos con la literatura en el colegio, y me refiero por supuesto al pobre Homero y su Iliada, a El cantar del mío Cid, o la métrica y los jodidos endecasílabos de la edad de oro, ha sido difícil que la gente vea la poesía cómo algo que podría pasarle a uno. Por eso es que casi nadie lee y mucho menos escribe. Le toma tiempo a la gente darse cuenta de que también se puede hacerse poesía desde una azotea tras tender la sábanas limpias o incluso sobre el mismo hecho de tender las sábanas. Aún les cuesta entenderque un poema puede tener palabras como cometa, crucigrama o televisor.
Pero si a uno lo que le pasa en el día es: cometa, crucigrama y televisor y es a través de esos objetos que uno llega a la poesía, pues no hay porque escapar de aquello. Antes talvez se escribía sobre grandes guerras porque vivían en grandes guerras. Es como aquello que decía Phalaniuk en el club de la pelea: Nosotros no hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida.

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