porque el tiempo es breve, pero me ama

viernes, 14 de noviembre de 2008

Kara y el servicio fúnebre de las hormigas (Parte I)


Cuando conocí a Kara hace como tres años yo tenía un blog que acababa de abrir y en el que había colgado unas caricaturas de unas hormigas, y ella me dejó un comentario que decía exactamente esto: “Las últimas hormigas que vi, estaban dando servicio fúnebre a una cucaracha voladora en el jardín de mi casa”. Esa frase, fue la primera noción que yo tuve de la existencia de Kara, y ahora que lo pienso me parece tan paja que haya dicho eso porque esa frase tan chistosa, en verdad encarna la forma en que Kara hace de las cosas cotidianas, algo a lo que prestarle atención. Yo recuerdo que leí eso del servicio fúnebre de la cucaracha y me imaginaba pues a las hormigas atravesando el pasto, cantando sus adagios y cortejos mientras llevaban la cucaracha a su agujero y era tan divertido tener esa sensación de que así como aquello, todas las cosas por más pequeñas que fueran estaban llenas y que sólo bastaba rasparlas como billetes de lotería.


El otro día leía en una revista que uno puede hacer turismo sin salir de casa, tan sólo basta por ejemplo mover la refrigeradora y ver todas las porquerías que se han acumulado detrás. Cuando yo escucho a Kara siento que ella anda siempre haciendo ese tipo de turismo casero o urbano, no sé si moviendo la refrigeradora porque, según he oído por ahí, no sabe cocinar, pero digamos que esa es la idea. Como cuando Fito cantaba eso de “Cortabas margaritas del mantel”. Por eso es que es tan chévere la portada de Marité y la idea del papel mural rasgado. Como para ver las cosas que se esconden atrás de aquella delgada lámina que mostramos a los demás.

Después del traumático choque que todos tuvimos todos con la literatura en el colegio, y me refiero por supuesto al pobre Homero y su Iliada, a El cantar del mío Cid, o la métrica y los jodidos endecasílabos de la edad de oro, ha sido difícil que la gente vea la poesía cómo algo que podría pasarle a uno. Por eso es que casi nadie lee y mucho menos escribe. Le toma tiempo a la gente darse cuenta de que también se puede hacerse poesía desde una azotea tras tender la sábanas limpias o incluso sobre el mismo hecho de tender las sábanas. Aún les cuesta entenderque un poema puede tener palabras como cometa, crucigrama o televisor.
Pero si a uno lo que le pasa en el día es: cometa, crucigrama y televisor y es a través de esos objetos que uno llega a la poesía, pues no hay porque escapar de aquello. Antes talvez se escribía sobre grandes guerras porque vivían en grandes guerras. Es como aquello que decía Phalaniuk en el club de la pelea: Nosotros no hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida.


Los domingos cuando nos juntamos con los chicos de Heridita allí en su sala, vemos a Kara escribir poesía como quien le pone mantequilla a un pan, sentada en su sillón a la luz de la lámpara con Joaquín jugando a sus pies y la tele prendida en la esquina, y uno a veces piensa que aquella no es la típica imagen del poeta solitario a oscuras en su cuarto con aquella calavera con la vela encima, y las ventanas raídas al viento. Pero luego cuando hacemos la ronda de lectura y ella lee el poema, diablos todos quedamos en shock, y es siempre un poema en que se habla de cosas que uno podría encontrar en esa misma sala, pero de alguna forma es como si esas cosas se hubieran vuelto enormes y pudieran aplastarte o elevarte y cuando acaba ya todos están muy locos y nadie quiere leer más nada y comenzamos a blasfemar mientras guardamos nuestras cosas en las mochilas y decimos que ya es tarde y no vamos a encontrar micros. (...)

No hay comentarios: