yo no quiero hablar del amor. yo quiero hablar de todo lo que comen los protagonistas durante la película. llevan hacia sus bocas crujientes y verdes vegetales todo el tiempo, verduras equilibradas grácilmente en un par de palillos de bambú. sorben transparentes fideos que parecen tener metros y metros de extensión. sirven el café en delicadas tacitas de jade. se encuentran y desencuentran mientras van a buscar la cena, y por esa misma razón, a veces les cae la lluvia. ordenan el uno para el otro los platillos que elegirían sus respectivos cónyuges. ensayan la infidelidad, los encuentros y las despedidas en vaporosas tertulias que discurren en cafés o restaurantes. quiero hablar de las recatadas y cadenciosas caderas de Su Li-zhen, subiendo y bajando peldaños de algún barrio de Hong Kong, atrapadas en esos ceñidos y brillantes vestidos de cuello alto. del humo que asciende lento sobre la cabeza de Chow Mo-Wan, como la explícita combustión de sus ideas e imposibles afectos. de la textura del agua y la textura del llanto. de la imposibilidad y el simulacro. de lo nada preparados que estamos para el nuevo dolor, para ninguna despedida. del ejercicio de narrar secretos a los árboles, a los muros. de la voz de Nat King Cole cantando boleros con ese acento gringo tan espantoso, pero que en él resulta adorable. de la cámara lenta y la tensión sexual y el piso de tu habitación arropado por un cielo de peluche sobre el que rodamos mientras la magnificencia de los años pasa como las flores.