porque el tiempo es breve, pero me ama

domingo, 30 de octubre de 2016

yo no quiero hablar del amor. yo quiero hablar de todo lo que comen los protagonistas durante la película. llevan hacia sus bocas crujientes y verdes vegetales todo el tiempo, verduras equilibradas grácilmente en un par de palillos de bambú. sorben transparentes fideos que parecen tener metros y metros de extensión. sirven el café en delicadas tacitas de jade. se encuentran y desencuentran mientras van a buscar la cena, y por esa misma razón, a veces les cae la lluvia. ordenan el uno para el otro los platillos que elegirían sus respectivos cónyuges. ensayan la infidelidad, los encuentros y las despedidas en vaporosas tertulias que discurren en cafés o restaurantes. quiero hablar de las recatadas y cadenciosas caderas de Su Li-zhen, subiendo y bajando peldaños de algún barrio de Hong Kong, atrapadas en esos ceñidos y brillantes vestidos de cuello alto. del humo que asciende lento sobre la cabeza de Chow Mo-Wan, como la explícita combustión de sus ideas e imposibles afectos. de la textura del agua y la textura del llanto. de la imposibilidad y el simulacro. de lo nada preparados que estamos para el nuevo dolor, para ninguna despedida. del ejercicio de narrar secretos a los árboles, a los muros. de la voz de Nat King Cole cantando boleros con ese acento gringo tan espantoso, pero que en él resulta adorable. de la cámara lenta y la tensión sexual y el piso de tu habitación arropado por un cielo de peluche sobre el que rodamos mientras la magnificencia de los años pasa como las flores.