porque el tiempo es breve, pero me ama

martes, 15 de diciembre de 2015

para vuelos internacionales se recomienda estar en la puerta de embarque tres horas antes de la hora programada para el despegue. embarque es una palabra que no debería usarse en un aeropuerto, a no ser que se suplanten los aviones con barcos. poco a poco las sillas de plástico azul empiezan a ocuparse. una mujer se acerca y me pregunta si está en la puerta correcta. reviso el número de vuelo en su ticket y asiento con la cabeza. al rato llega una pareja de ancianos. se ven tan bellos que me cuesta referirme a ellos como 'ancianos'. ella ha conservado el cabello largo y cano y sujeta su aún frondosa melena con una pequeña peineta de carey. él también lleva el cabello largo, atado en una menuda cola. ella parece molesta y el luce preocupado. parece además que se aman aunque no se toquen en lo absoluto.

más allá, en otra hilera, una chica sostiene un libro pero mira al vacío. el chico con el libro de garcía márquez no ha logrado apartar la vista de la pantalla de su celular. solo somos tres personas con libros en las manos y ninguno de nosotros está leyendo.
me distraigo leyendo personas. 

me quedo mirando fijamente a un muchacho de cabello ensortijado y rubio que a la vez está embobado mirando como juegan dos pequeños niños con un dinosaurio de felpa. uno de ellos gruñe como solo pueden gruñir los dinosaurios de felpa. el otro corre fingiendo miedo a carcajadas. 

todos aeropuertos de las ciudades que he visitado son el mismo lugar. diseñados como islas seriales y plásticas. sao paulo, santiago, buenos aires, df, lima. maniquíes de distintos colores con la misma expresión. llevo en la cartera dólares, pesos y soles. si digo 'suspiro' en lugar de 'merengue' me miran con gracia. lima debe ser el único lugar del mundo donde los suspiros son comestibles.