porque el tiempo es breve, pero me ama

lunes, 22 de junio de 2015

sobre el manto de pasto verde que se ubica en el cruce de javier prado con avenida aviación alguien ha dispuesto doce números. una sucesión ordenada que va del uno al doce. una docena de cifras en forma circular. son las cinco y media de la madrugada en lima y con la frente apoyada contra la ventana, observo aquel fenómeno que de seguro ha de ser obra del hombre. por un momento imagino que los números han brotado de la tierra, cuales flores, frutos o vegetales. pienso en un jardinero y luego en un agricultor podando los números, abonándolos con cariño, quizá contándoles historias -porque, como es ya sabido, los números crecen mucho mejor si se les conversa- con la esperanza de poder cosecharlos antes que el invierno o el humo expulsado por los carburadores los autobuses terminen estropeándolo todo. cuando los números han empezado a adquirir colores y texturas exóticas en mi cabeza, soy interrumpida por un obrero que me pide la hora.

para llegar a tiempo a mi trabajo tengo que despertar a las cuatro de la mañana los días martes, jueves y sábado, esto significa ir a dormir a las diez de la noche como hora máxima los días lunes, miércoles y viernes. los días que voy a este trabajo lejano y madrugador desayuno siempre lo mismo: dos tostadas con mermelada y una taza de café. la preparación como la ingesta de este desayuno me toma no más de veinte minutos, que es el único lapso permitido para dicha labor. si me excedo por dos minutos, todo el día cambia. a las cinco con diez ya estoy en el paradero. todo está tan oscuro que el amanecer resulta algo impensable. poquísimas son las personas que van a pie. poquísimos los autos particulares, el bus que me llevará a mi destino sobrevuela las avenidas que lucen perfectamente deshabitadas. a las cinco de la mañana lima puede ser otra.

de camino al trabajo el bus realiza una parada en la cual se llena de hombres que se dirigen a trabajar en la construcción de un edificio. el cobrador los llama y compite con otros cobradores que buscan llenar sus respectivos buses. una vez que el vehículo ha engordado, retoma la marcha. el obrero que hoy se ha sentado a mi lado lleva puesta una gorra. alguien le ha bordado el nombre 'jackson'. pienso en jackson pollock y en michael jackson he imagino al hombrecillo salpicando brochazos de pintura al ritmo de billie jean. si pudiera ser algo distinto a lo que soy, sería un jardinero o un agricultor. sembraría números en los campos disponibles. luego, una vez listos para su cosecha, los convertiría en tartas y jugos y el paso del tiempo y el cambio de moneda sería algo subordinado a sabores y olores, y no tanto a la invención del mercado. son las 5:57 a.m. en el reloj de mi teléfono móvil. sobre el pasto el tiempo ha sido derrotado. el obrero ha de bajar en el próximo paradero. yo volveré a ser parte de aquella cadena que siempre intento quebrar. venderé mi tiempo. cosecharé dinero. desde la ventana miraré los números hundirse en las arenas movedizas de mi mente.