porque el tiempo es breve, pero me ama

jueves, 9 de abril de 2015

un giro. miro al cielo cuando camino porque es un lugar en blanco. uno de los pocos que quedan. nubes, astros o aves no impiden que siga siendo un espacio lo suficientemente limpio para descansar la mirada. en especial en una ciudad aglutinada de carteles y edificios luminosos y esa idea tan inútil de progreso, tan vertical, tan llena de cemento y ventanas y familias que consumen cereales. sé que miento cuando escribo todo esto. sé que me dejo ganar por ciertas simplezas, que la luna me siga cuando camino es un hecho que nunca dejará de sorprenderme. miro al cielo y me siento un poco boba. un poco como el perro sacando la cabeza por la ventana de un auto que va a gran velocidad. soy el perro, sí. el auto avanza por la avenida entre el manicomio y el puericultorio. yo estoy en el medio de mi adolescencia y mi adultez. me dejo agitar la piel del rostro por el viento caliente de la medianoche y obtengo una felicidad breve y vertiginosa. ¿hacia dónde va el texto? el auto gira y vuelvo a ser como cualquier persona. como cualquier objeto sobre el escritorio. como un residuo que alguien pisa. una queja que amargamente se diluye a las seis de la mañana. todo esto ha sucedido, pero la sensación que aparece cuando miro al cielo es invariable. como un botón de reinicio. y si el texto nunca desciende, todo bien. aún se puede contemplar la luna con inocencia y dejarse ser un globo con helio sobrevolando la ciudad dormida.