porque el tiempo es breve, pero me ama

domingo, 9 de marzo de 2014


hoy estuvimos jugando a ser derrotadas por el mar. mi juego favorito -suspendido en la adolescencia porque ya sabes, era dark y los dark no se ponen bikini- y, además, el motivo auténtico por el que acepto emprender esos largos periplos hasta algún despejado y arenoso lugar del sur de mi ciudad. roja como un camarón, con la piel adolorida y con los genitales con la arena suficiente como para hacer una urbanización entera de pequeños castillos o relojes, regresé a casa. 


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recordar sin aquello farragoso que nos suele proporcionar a veces la memoria.
un par de chicas andan grabando un documental sobre mí. en la primera fecha vinieron por acá y las atendí en mi habitación: -este es el lugar en el que pasó la mayor parte del tiempo- les dije. formularon preguntas sobre mi vida alrededor de tres horas. grabaron mis objetos: la colección de pastilleros, los animales de yeso, los de cristal, suvenires de países foráneos, las monedas, las postales, las instantáneas, los lápices polícromos, los pinceles, los regalos de los amigos, los juguetes, la infancia resguardada en múltiples cofres, el amor vencido, el amor empaquetado en tápers transparentes. mi pared llena de apuntes: asuntos pendientes, ideas sueltas, ideas dolorosas, certezas, dudas, lista de compras para ir al mercado, notas de equipaje, bobadas, bocetos, proyectos truncos, libros que no existen, embrión de poema. grabaron mis libros que ya empezaron a ocupar cajones, sillas, estantes no destinados a librero. grabaron mis libretas, mis dibujos sueltos, mis acuarelas, bocetos en lápiz y en tinta y tuve muchas ganas de incendiar los instantes y como siempre sucede en mi vida, terminé riéndome de lo extraño. también me preguntaron por ti -que aún no sabes de la existencia de este blog- y fue el momento más bonito de toda la entrevista porque lo mejor que nace en mí es, en gran medida, gracias a ti. el documental se grabará en tres sesiones más, las chicas regresarán el jueves.

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por la noche, padre nos llevó al lugar aquel de las empanadas. le grabé unos discos para que los pudiera tocar mientras maneja su coche rojo sintiéndose un poco como james dean, pero también un poco como papá pitufo. padre está loco y yo he heredado su locura. padre ríe de todo y yo he heredado su actitud frente a la vida. cuando lo descubro diciendo incoherencias me dice: -no escuches, estoy hablando solo- padre aplaude y baila un poquito cuando suena una tonada alegre en alguno de aquellos discos. luego me pregunta: -karita, ¿quién toca esta?- el auto rojo de padre avanza despacio por arenales y camino real y por el óvalo gutierrez y luego, pardo y arequipa y luego calle ayacucho y luego angamos y yo voy observando la ciudad que se diluye en el espejo retrovisor, la ciudad que en algún punto es una vista curiosa, destacable, y luego un punto de luz cualquiera en un lugar que no preciso, tan lejano y difuso que no sé si en verdad se trata de un camino por el cual transité o solo una gota de sosa garúa empañando un recuerdo falso.

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la garúa limeña es la hermanita menor de cualquier lluvia respetable.