porque el tiempo es breve, pero me ama

sábado, 11 de enero de 2014

'Escribir es un acto de tomar conciencia'


PARTIR DE LO VISIBLE 
PARA HABLAR DE LO INVISIBLE


De esta forma explica Balo su quehacer en la poesía. Es así como piscinas, andariveles, trampolines, saltos y -sobretodo- agua, aparecen en su último libro: Grito bajo el agua, publicado recientemente por Paracaídas Editores.

 

[ ENTREVISTA Y FOTO: KARINA VALCÁRCEL ]

Una vez delineados los elementos, se hablará del pasado, de la muerte y de un futuro que se avizora breve (según el autor). Nos enrumbamos en el peligroso ejercicio del recuerdo, es el último lunes del 2013 y la tarde discurre tranquila.

¿Qué escribías al principio, cuando no publicabas nada?
Bueno, mamarrachos ¿no? Era pues un chico de doce años, qué se yo, no era Mirko Lauer  (risas) el poeta precoz. Mi primer poema publicado estuvo justamente en HARAUI, la revista que dirigía Paco Carrillo. En los setenta comienzo a tener una preocupación mayor por los elementos formales de la poesía. Coincido con los poetas del 70 y aprendemos a escribir un poco juntos, pero cada quién con su tema y su estilo. Había un aprendizaje compartido, de intercambio de lecturas y poemas, ahí es cuando comienzo a afianzarme.

En qué momento empezaste a escribir con conciencia literaria
Creo que en ningún momento (risas). La poesía en esas épocas entre muchachos era algo mal visto, una cosa más bien femenina o sentimental, siempre jugué fútbol para contrarrestar (risas). Ya en el 69 publico mi primer libro, conversaba con algunos amigos, tenía 22 años y lo publiqué con la edición de Javier Sologuren y lo festejamos en el ‘Bar del Triunfo’ en Surquillo. Después escribí otro en el 72. Quisiera juntar ambos y publicarlos este año. Después viene cuatro años de silencio, de trabajo y sale Rastro de Caracol, que creo que es un momento de poesía más lograda y de mayor conciencia.
Pero tú me preguntas en qué momento creí que era literatura, y yo creo que siempre, el hecho de escribir, tomar distancia, volverlo a vivir, vivir por segunda vez, como dice Philip Roth: 'los que escribimos vivimos dos veces'. Escribir es un acto de tomar conciencia, cada quien tiene sus parámetros. Juan Gonzalo  Rose decía que los malos poemas no se botan, porque pueden tener algo de bueno.

Claro, pero cada quien tiene cierta expectativa al momento de escribir un texto y también al publicarlo ¿cierto? ¿O por qué publican los poetas?
Por qué publicas tú también, qué tal raza (risas) Bueno yo creo, como dice Pablo Neruda – me respaldo en los poetas- 'No hay poeta bueno inédito'. Yo creo que los poetas escriben para publicar. El escritor construye una vida paralela a la vida social. Este es un aspecto de mi vida, el de la literatura, donde están mis fantasmas, mis traumas, mis alegrías, lo inconfesable, lo oscuro,  todo eso es parte de mí también. No le encuentro sentido que ese otro mundo se quede conmigo, hay que sacarlo.

Empiezas tu carrera de escritor como poeta ¿En qué momento saltas a la narrativa y por qué?
Son registros que uno puede tener. Yo he hecho mucho periodismo, que es una especie de puente, ese fue un vínculo con la narrativa. Creo que mi poesía es también narrativa. Entonces no me era tan difícil pasar de uno a otro. Pasé porque creí que ya había cumplido un ciclo con mi poesía, con los temas, también me agitaba ese tipo de poesía tan desaforada que yo escribía y dije: voy a escribir novelas. Muchas veces hablas de las mismas cosas y solo cambias el género, entonces resulta ser algo completamente distinto. Este último libro, Grito bajo el agua, le hace un guiño a la novela La soledad del nadador, las lees y no son lo mismo, para nada, pero hay un piso común. El tema vuelve porque es para mí algo importante. Todo escritor debe ser leal a sus temas, a sus preocupaciones.

¿Y cuáles son tus temas?
La imagen paterna, la infancia, el ingreso al mundo adolescente, las dificultades de convivir en un mundo social. Esos han sido creo yo mis temas.

¿Cuál dirías que es el tema que prima en este último libro?
Luego de un silencio de 12 o 13 años de poesía, ya me agarra en otra edad, entonces predomina más una mirada hacia el pasado y hacia un futuro más pequeño. Un poco la muerte, aunque no sea un poemario sobre la muerte, ronda también  el tema de la decadencia del físico y la desnudez. Toma como pretexto la piscina, el agua, una disciplina como la natación, pero estoy seguro –y ojalá fuese así- quiere decir otras cosas más. Un lenguaje más sosegado y reflexivo… bueno, ya es hora de que sea más reflexivo ¿no? (risas)

De todos los géneros por los que has transitado, en cuál te sientes más cómodo
En todos me siento cómodo, soy una persona que estudió sociología, para escribir poesía, literatura… he trabajado para ordenar una estructura mental y psicológica que creo que se ve un poco en mis libros. A mí me preocupa mucho la estructura de un libro, entonces en verdad me siento cómodo con los tres: periodismo, poesía y narrativa, aunque en periodismo he sido más que nada un cronista. Soy una persona medio rara, siempre prefiero hacer A para hacer B, parar con los sociólogos para escribir poesía, siempre he sido así, medio sacavueltero (risas) lo importante es saber en cuál de los tres se está escribiendo. Julio Ramón Ribeyro me decía: ‘escribe en el género que quieras, pero cada género tiene sus reglas’. Entonces si hago periodismo no me voy a poner a escribir poesía, aunque en las columnas a veces me permito un tono poético.

Has dicho alguna vez que uno debe de ser un marginal, un desubicado respecto a la literatura
Bueno, no está de moda ser un marginal ahora, esto se ve en los jóvenes. Las actitudes frente a la literatura han ido cambiado. El libro de Jeremías Gamboa, por ejemplo, es el elogio de alguien que busca integrarse a un establishment literario existente y eso encaja dentro del héroe  discreto de MVLL que es un emprendedor, y eso está en el discurso de Ollanta Humala, la inclusión, ahora todos quieren pertenecer y no estar al margen. La idea del marginal pudo haber sido una idea valorada por algunos escritores que vienen de una estirpe romántica, dejar el centro hegemónico para tener una actividad más auténtica, no sujeta a las presiones del mercado. Hoy sabemos todos, desde el cine al teatro a la novela y a la poesía –en ese orden- que hay un condicionante en el mercado, en la audiencia, en el gusto y que el artista tiene que hacer algunas concesiones. Una novela que tiene 500 páginas, bueno necesitará un apoyo logístico para su publicación. Entonces yo me he sentido más cómodo fuera de una lógica de mercado, pero sé que los tiempos que corren se van adaptando. Pero la poesía no tiene mercado (risas) entonces está feliz de la vida, la poesía es gratuita, sin embargo tiene un prestigio social, en los premios, en los reconocimientos, como decía Toño: ‘El poeta Cisneros alimenta al ciudadano Cisneros’. Él logró 3 buenos premios no como el ciudadano, sino como el poeta. Eielson era un gran marginal, vivía fuera del Perú, habitaba un espacio sofisticado en Milán y Cerdeña, sin embargo siempre encontraba la maña para salir publicado, por ejemplo El cuerpo de Giulia-no  es una novela marginal en el amplio sentido de la palabra, era un verdadero marginal pero integrado – porque así tiene que ser- a la distribución de su obra. Entonces yo me siento cómodo más en la oscuridad que en el mundo de los reflectores, pero es algo que va de acuerdo a mi personalidad, no digo que así tengan que ser todos.

¿Qué crees que es lo más importante al momento de escribir poesía?
Lo más importante es que te salga (risas). Hay momentos en que fluye el poema y tú estás en una balsa, en un rio caudaloso o tranquilo y vas, no te ahogas. Pero puede ser un río que va cayendo entre las piedras. Hay otros poemas que logro recuperar, que son más costosos, que se escriben en varios días… que no traen la plenitud de escribirlo de un porrazo. Cuando era más joven a veces escribía los poemas así.

¿Cómo es tu proceso ahora?
Escribo a mano, luego los paso a máquina, luego los corrijo. Hay distintos momentos de los poemas, entonces vas viviendo con un libro, lo vas corrigiendo, lo imprimes, lo vuelves a corregir, te acompañan un tiempo y he aprendido a tratar de que no hayan palabras que sobren.

¿Cómo tienes esa certeza de que un libro ya está listo?
Cuando considero que los poemas que seguiría escribiendo son una repetición de lo que ya escribí. Lo ideal es terminar un libro que te permita abrir otro, esos resquicios que te lleven a otros poemas. Yo doy por terminado un libro cuando la atmósfera ya ha sido totalmente abordada. Uno tiene que tener confianza, creer en lo que haces, sobretodo en una novela, estás metido en ella cinco años ¿cómo no vas a creer? Pero también hay que distanciarse un poco, volver a ella, leer algunos libros que sirvan para tal propósito.

¿Qué es la poesía para ti?
La poesía son esos silencios de los que está hecha la vida. Es decir las cosas de una manera distinta, no es narración – puede haber una poesía narrativa, una balada, una canción, una historia- pero lo dice de una manera que suena distinta. La poesía es esencial en la medida que va de frente al grano, una economía del lenguaje, una abstracción.

De todo lo que puede haber cambiado desde la vez primera que publicaste un libro hasta hoy, ¿Cuál ha sido el cambio más representativo en tu forma de ver la poesía?
Yo creo que la sigo viendo igual, como una mujer joven, subyugante, misteriosa y que se aleja de ti apenas la abandonas. Yo creo que a la poesía hay que alimentarla. Qué ha cambiado… bueno, ahí hay gente que sabe decirlo mejor que yo, Yrigoyen ha dicho que hay momentos mejores y momentos más bajos en mi poesía y en la de muchos ¿no? Pero mi visión de la poesía es misma de la que tuve desde el comienzo.

Finalmente ¿Qué querías ser cuando eras chiquito?
Lo que soy. (risas prolongadas) Escribir fue mi manera de expresarme, yo no hablaba tan bien, entonces, no tener facilidades en el habla hizo que me refugiara en la palabra escrita. La valoro, la quiero, la cuido. Escribir y hacer libros, míos y de otros, revistas, es lo que siempre quise hacer.

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Publicado en la edición N.° 45 de la revista VelaVerde